7 DE DICIEMBRE DE 1930
Mis queridos hijos Pierre y Marcel.
Mis queridos nietos Georges, Jacques, Michel, Claude, y Jean.
Acabo de salir de una grave enfermedad, la cual pudo provocarme la muerte, y como consecuencia separarme de ustedes. Apenas regresé a la vida y pienso llevar a cabo una idea que tengo desde hace mucho tiempo en mi corazón, que es la de dejar mis recuerdos. He sentido una gran emoción al leer las memorias de la tía Julie Becquemont y por mi querida tía Joffre, quien fue para mí una verdadera abuela. Ahora me toca el dar a conocer un poco de la historia de mis parientes, de los más antiguos, ya que era la costumbre de antaño escribir el llamado «libro de familia» parecido a un testamento destinado para que los hijos conozcan a sus antepasados… Espero que alguno de ustedes siga con la tradición, entregando los apuntes de una abuela que los quiere con ternura. Nací el 13 de junio de 1863, en Saint-Maurice, cerca de la ciudad de Charanton. Tuve como padrino al cuñado de mi mamá, abogado y esposo de su segunda hermana, y como madrina a su hermana mayor casada con Monsieur Ernest Becquemont. Mi padre, Jean-Baptiste Víctor Boussard, era originario de Côte-d’Or de situación económica buena, viviendo de la producción de sus bienes y disfrutando de la fabricación de vinos marca Chassagne-Montrachet Marca Joseph Drouhin, de gran prestigio. Todavía hay en Chassagne, descendientes de esta familia, que mis hijos y yo hemos visitado cuando eran pequeños. los parientes personas, ya mayores recordaron que mi padre tenía un hermano que era sacerdote y una hermana (monja) del Monasterio del Sagrado Corazón de la ciudad. Gracias a ellos, mi padre fue colocado en el seminario de Autun, lo que demuestra sus conocimientos, su educación en general y su cultura, muy superiores si se hubiera quedado en su pueblo natal. Mi padre no tenía vocación religiosa, así que dejó el seminario a los 20 años y se dirigió a París.
Él era un nombre alto, guapo y con músculos fuertes, cabello rubio y ojos azules, demostrando tener una excelente salud, era amante de la vida. En el café encontraba, casi cada día, a Ernest Becquemont y fue con el que pensaron en el proyecto de casarlo con mi mamá. Mi abuelo, Monsieur Parlier, dirigía en aquella época un comercio de bonetería muy exitoso, ubicado en la rue Faubourg Possioniere No. 11. Su yerno, Monsieur Lecris, le ayudaba, por lo que mi abuelo, muy adelantado para su época, se dejaba ayudar. Había hecho dos viajes a América y trajo a este país, un nuevo sistema novedoso para su negocio. En este momento se realiza el matrimonio de mi madre. Era viudo, y su esposa Elisa Boulanger, hermana de Laure Joffre, murió muy joven, dejando un hijo. Era oficial de la marina, el cual moriría en 1887, y su barco se perdería en el mar con todas y las mercancías.
Las 4 hijas eran, las 2 mayores casadas, Julie se casó con el Monsieur Becquemont, Maure se casó con Monsieur Lecris, quedando Marie que fue mi madre y Claire, la más joven, la cual se casó más tarde con el Monsieur G. Teulon, el cual no habría encontrado con su esposa una armonía total de gustos y hábitos. Al quedar viudo, se consuela rápidamente. Además, si se encontraba, estaba molesto por cuidar a mi mamá. Mi mamá tenía 20 años, y le gustaba la vida. Era inteligente, alegre, de espíritu ágil, muy rápida para contestar, lo que le hacía a veces pasar por malos momentos que enojaban a sus hermanas ya casadas, y esto la molestaba. Ella vivía en la planta baja de la rue-Du-Faubourg Possioniere, un poco oscura y daba sobre un pequeño patio. Cuando mi padre, fue presentado por Ernest Becquemont me pidió en matrimonio. Mi mamá no tomó en cuenta la diferencia de edad entre quien la pretendía y, con casi 20 años más joven, aceptó su matrimonio con cierto entusiasmo en el cual había poco amor. La ceremonia se llevó a cabo y mis padres emprendieron su viaje de bodas, a Marsella, ciudad en la cual, mi padre tenía muchos amigos. Tengo pocos recuerdos de mi primera niñez, en que mi mamá, de vez en cuando, daba muestras de cariño, me apretaba sobre su corazón y me cubría de besos. Mis tías dirían después que fui una niña fácil, dulce, lenta, lo que preocupaba a mi mamá, quien era más nerviosa y llena de vida. Dos años después, de mi llegada a este mundo, llegó mi pequeño hermano, que fue bautizado como Henri. Era un bonito niño, robusto, y mi madre, a la que le gustaban los niños “hombres”, empezó a consentirlo mucho más de lo esperado, lo que le hizo de carácter fuerte y utilizaba sus músculos para pegarles a sus amigos y a su hermana. Fue en estos momentos, cuando los negocios de mi padre quebraron, y la destilería fue vendida a un precio ridículo a nuevas personas, dejando a mi padre y a su cuñado en malos términos, reclamándole su falta de capacidad. Lo terrible es que el dote de mi madre, que era muy importante, se había perdido en esta desgraciada aventura. De Saint-Maurice nos mudamos a Neuilly-Sur-Seine, donde vivía mi tía.
Becquemont con sus dos niños André y Paul. La otra tía, Lecris, tenía, también, dos 2 hijas muy jóvenes, Genevieve y Augustine. Tenía a mi mamá y a una amiga, un poco prima de mi tía Lecris, llamada Madame Sandt. Ella también vivía con sus dos hijos, Alice y Paul. De estos años tengo el recuerdo de bonitos días en compañía de todos los niños, en los Bois de Boulogne, y desde luego en presencia de nuestras madres. Al estallar la guerra de 1870, no recuerdo la causa o en qué circunstancias dejamos Neuilly. Nos fuimos para Lyon, solamente tenía apenas 7 años y recuerdo que mi mamá lloraba al tener que dejar a su familia, a sus amigas. Recuerdo que vivíamos en un cuarto piso, era un departamento grande con muy pocos muebles y el barrio era agradable cerca de Brotteaux. Mi madre nos llevaba, de vez en cuando, al Parc de lCôte-d’Or, que quedaba un poco alejado de la casa, y otras veces jugamos en la plaza Louis XVI-lugares que quizás hoy ya no existen. Vivíamos en una gran zozobra. Los alemanes, de los que se hablaba todo el tiempo, me daban mucho miedo, se temía que llegarían pronto, y la gente se iba a refugiar en iglesias, compraban bolsas de trigo, quesos y lo que podían. Lo que más me impresionaba era el uniforme de mi papá, que era de la “Guardia Nacional”. Él tenía que dormir fuera de casa, en un sitio llamado «Corps de Garde». Recuerdo a mi mamá preparándole, una botella de vino caliente, la cual compartía con sus colegas… Fue en estos años tan difíciles en que mi madre trajo al mundo una linda niña llamada Marguerite. En esta ocasión, a pesar de las dificultades de abandonar París, mi tía Julie pudo llegar a Lyon. La pobre recién nacida vivió solo 2 meses, y una epidemia, que no puedo recordar, la mató. En aquella época nos encontrábamos viviendo en Lyon. Fue la que le quitó la vida, esa fue mi primera gran tristeza, la muerte de mi pequeña hermana. Mi mamá me enseñó en su cuna a esta pequeña, cubierta de rosas blancas, la cual abracé y la bese, impresionada por su rigidez, me asusté mucho. Desde entonces siempre tuve, gran cantidad de temores. Esta situación, la guardaría durante mucho tiempo.
Terminada la guerra, dejamos Lyon, y con mis padres regresamos a Neuilly-Sur-Siene. Primero, a rue de Chartre, y después Avenne de Neuilly. Mi padre, afortunadamente, tenía una buena situación, en un comercio de textiles, localizado en la plaza des Victories. Viajaba mucho y se ausentaba por 5 o 6 meses y esto era muy triste para mí. Mi pobre mamá, lloraba frecuentemente, ya que mi padre, era un poco egoísta, mandaba poco dinero a su familia. A pesar de mi edad, pude comprender que mis padres no tenían una buena relación, aunque estuvieran juntos. Acudía a la escuela, en el bulevar Maillot, propiedad de unas señoritas Martineau, unas solteronas protestantes, amigas de la familia Sandt.
Éramos pocas alumnas, principalmente jóvenes de origen inglés. Por ir en forma irregular, no hice muchos progresos. Llegó el momento en el cual tenía que hacer mi primera comunión. Me estaban preparando cuando mi mamá, que esperaba el cuarto hijo, murió en unos cuantos días de una calentura púrpura, por culpa del médico que era responsable de su salud. Mi padre se encontraba en Marseille, atendiendo sus negocios, y fue avisado y llegó de la manera más rápida posible. Recuerdo cómo sufrió, era de carácter violento, pero al mismo tiempo muy sensible. Su principal preocupación era cómo ocuparse de los niños pequeños, ya que él siempre estaba de viaje, y fue nuestro amigo Joseph Gantd y mi padre, quienes juntos vinieron al internado para darme la terrible noticia. Recuerdo que la dio con todo el corazón, quería mucho a mi madre, y pensaba que esta enfermedad, la podríamos haber evitado. Nos comunicó a mi hermano, y a mí, que, así como quería mi madre, nos quería también. Lloraba yo mucho, me llevaron a dormir con las señoritas Martineau, y durante varios días, trataron de consentirme, a lo que recuerdo, quedaba insensible, entendiendo el tamaño de nuestra desgracia, por lo menos eso es lo que sentía en aquel momento.
Más tarde, cuando estuve de interna, durante los días de visita, veía a mis compañeras con sus mamás y comprendí lo que es no tenerla. Al año siguiente hice mi primera comunión, era el 24 de junio de 1876. Seguía en el Instituto de las señoritas Martineau, a las que agradezco de todo corazón, todo lo hicieron para mi preparación. A pesar de ser protestantes, nunca dejaron ocasión alguna para prepararme en mi primera comunión. Después de las Vísperas religiosas, no dejaron ocasión de llevarme al Panteón a visitar la tumba de mi madre, que había sido colocada en Neuilly, junto a mi abuelo Parlier. Mi hermano fue colocado con mi Tía Becquemont, después en el Colegio Chastal, donde había demasiados muchachos, para ser un alumno interno, quizás esto contribuyó a su mal carácter, en los siguientes años de su vida, le trajeron muchos problemas, todos creían que por falta de atenciones, pero yo estoy dispuesta a perdonarlo porque solamente tenía 10 años cuando perdimos a nuestra madre, y no tuvimos las alegrías de una familia.
Mi vida de juventud, no fue muy alegre. Cada 15 días salía, y visitaba a mi tía Becquemont, ya sea sola o con mi tía Lecris. Es verdad que quería a mis primas, pero sus madres eran muy frías y duras, aunque me dejaban hacer muchas cosas. Ellas no querían a mi padre y trataban de convencerme de que no me quedaría “dote” y, por lo tanto, tendría pocas posibilidades de casarme. Me insistían en que me dedicara a ganar los títulos de la educación, todo el tiempo me lo repetían: «seguir mi educación en Inglaterra». Esta oferta se me ofrecía cada rato, haciendo en mi vida una verdadera pesadilla. Pensando en esta idea, me ponía a llorar, sobre todo al dormir, figurándome en Inglaterra como en el exilio, al decidir que dejaría la pensión Martineau, sintiendo que Neuilly estaba lejos de mí y lejos de los míos.
Mi tía Lecris escogió una de las mejores escuelas de Passy y se comunicó con mi padre, siempre de viaje. Él hizo algunas observaciones y presentó quejas, sobre todo por el costo de los estudios. La familia decidió ayudarme, e hizo el complemento de los gastos. Así ingresó como estudiante al instituto Bonnier, ubicado en el No. 62 de la rue La Tour. Me sentía feliz, y la maestra Bonnier era una buena mujer. Se ocupaba mucho de sus alumnas, que le devolvían el cariño. En clase sus profesoras, así como los empleados, todos eran felices. La propiedad era una casa muy grande con un hermoso jardín donde estaban las 50 alumnas internas y la misma cantidad de externas. Monsieur Bonnier, era funcionario en el Ministerio de Trabajo Público, y nos daba la clase de historia, de una manera muy interesante, y en los exámenes sacábamos siempre las mejores calificaciones, entre todas las materias. Me quedan 5 años en la escuela. Allí aprendí inglés, dibujo y me gustó mucho el baile, el piano, la gimnasia. Me pregunté más tarde si la educación tan cuidadosa no me impidió tener, una carrera para ganarme la vida. Creo que hubiera sido preferible; sin embargo, en aquella época, una hija de una familia burguesa, no era bien considerada para dejar a su familia. Ya casada, debería dedicarse a su esposo y a sus hijos porque no existía la profesión de “Nurse”. Al recibir mi título, mi padre solicitó a Madame Bonnier, guardarme algunos meses más como alumna libre, juzgando poco conveniente, que viviera sola en su departamento, y con una sola doméstica. Su deseo se realizó y de tiempo en tiempo hacía las clases con las muchachas, algo muy divertido.
Acompañaba a la directora para ir de compras, comía en su mesa, y tenía el derecho de recibir visitas en otros horarios ya programados. Lógico que esta situación no podía durar para siempre. Mi querida tía Joffre, que me consideraba como su nieta, estaba preocupada por mi futuro. Le decía a mi padre, Monsieur Boussard, que habría de casar a su hija, pero no como un negocio de textiles a un precio más bajo que haya en el mercado.
Un día llego a la escuela, y al verme me miro con aire muy severo, que me impresiona. Desde luego de que su persona pequeña, la vi crecer, su vista era particular. Vestía, desde que había perdido una gran fortuna con la Revolución de 1848, una vestimenta de terciopelo. negro, un cuello rojo y tenía botines negros, que le hacían juego, usaba sombreros con velo que cubrían pedazos de su cabellera y un poco sus orejas pequeñas, sus manos eran protegidas por guantes. A pesar de su aire de “Grande Madame”, la comparaban con un gran maestro de la marina. Era algo irreverente de mi parte. Este jueves, me trasladaron a una pequeña estancia cercana a la dirección, y después de las dudas habituales, con un aire y un tono grave, me preguntaron: “Jeanne”, ¿quieres casarte? Estaba lejos de pensar en este tema, y contesté no muy convencida, tía, si tú quieres, entonces se enojó, y me hizo un pequeño sermón donde predominaba la importancia del matrimonio, y de un hombre joven, maduro, realizado, que vivía con su mamá y que sería un excelente esposo para mí.
Me quedé un poco aturdida y me puse a pensar, después de su visita, y hablé con mi excelente tía Becquemont. Ella no era feliz en su matrimonio, por lo que se animó débilmente, reservando su opinión al conocer a este joven perfecto. Quince días después, de esta propuesta, fui al departamento de mi tía Joffre, quien vivía en el No. 60 de la rue Bondy, lugar confortable, compartido por su hijo y su nuera Leonie. Este día me cambiaron mi peinado, y mejoraron mi uniforme, con un chal de color. Mis zapatos eran un poco pesados y me los cambiaron por unos bonitos zapatos.
Hizo todo para que este día fuera agradable frente al que sería mi marido. Después me informaron que estábamos invitados con nuestros vecinos, contrariamente al plan inicial, reunión compuesta de amigas y amigos, para festejar el cumpleaños de su hijo Georges Domette, así se llamaba este joven. Confieso que me divertí mucho aquel día, sin prestar mucha atención al hijo de la casa. Su madre me pareció muy exuberante y hasta mi padre mencionó que era muy exagerada. Supe después que Madame Domette había nacido en Florencia, Italia, y que vivía en Francia desde hacía algunos años, conservando una extrema agitación y la exageración de los pueblos del Mediterráneo. Venimos a ver a mi futuro marido varias veces en la casa de mis parientes, los Joffre. Fui rápidamente conquistada por su dulzura, su bondad, las atenciones que tenía con su madre, y por mi tía Joffre.
Era joven, guapo, un hombre de 26 años, con ojos negros, labios carnosos, la nariz un poco grande, su frente ancha y bellos dientes blancos. En sus cabellos quedaban todavía algunos chirlos de su niñez. Quizás el único obstáculo que puso en peligro nuestra unión, era que tenía un aire delicado, lo que aumentaba su encanto, todo lo que llegó a ser, una advertencia a mi padre, quien decía que no tenía buena salud.
A pesar de la resistencia de mi padre, quien además afirmaba que estoy todavía muy joven para casarme, logramos ser novios, y fui enviada a Chassagne con los primos de mi padre para alejarme de París por lo menos un año. Sentí que era una decisión draconiana e ¡injusta! Después de un intercambio de cartas que duró varios meses, regresé a París. La tía Julie se había cambiado, dejando libre su departamento de Batignolles, y se instaló en el de mi padre en el Boulevard Richard-Lenoir, para facilitarme encontrarme con mi novio, casi todos los días. Él era empleado en una compañía fabricante de bronces de lujo, dirigida por Monsieur Houlet, quien le daba un trato de amigo, más que de empleado. Los negocios eran muy buenos y mi novio ganaba 400 francos al mes, lo que era un muy buen ingreso para aquellos años.
Madame Domette había tomado como esposo a un habitante de la Touraine, el cual tenía un gran mérito al haberse educado solo. Sus parientes, que conocimos en Montoire Sur-le-Loir, estaban decididos a felicitarlo. Por esto el matrimonio fue feliz, hasta la muerte de su hija de 20 años, que era la mayor y había tomado la decisión de viajar a Inglaterra, para llevar a cabo sus estudios, y aprender el idioma inglés, que se enfermó, y en algunos días murió de una epidemia de rubiola. El pobre Monsieur Domette no logra consolarse con lo que considera una muerte injusta. Ocupaba una posición de confianza en el Jockey Club como gerente de cavas. Vivía en el club, donde además le ofrecían todas las facilidades para su familia, sobreviviendo poco tiempo a la muerte de su hija Blanche, murió de una Nefritis en 1875, así recuerda Madame Domette, quien vertió todo su cariño sobre su único hijo que le quedó, justificando este gran amor, y que me afectaría a mí más tarde. Un reumatismo articular le dio el susto de perder a su hijo, que siempre fue el más grande amor de su vida.
El 20 de febrero de 1881 se celebró nuestro matrimonio en la gran iglesia de Saint Joseph, parroquia del domicilio de mi padre. La ceremonia fue grandiosa, mi padre estaba muy orgulloso, y tuvimos una recepción muy suntuosa en el restaurante Mota en la rue de Possioniere, lugar de moda en aquellos días. Se tomó la decisión, de que ocupáramos el departamento de mi suegra, en el 60 de rue de Bondy. Para ella mi padre alquiló un departamento pequeño, pero muy elegante, en el piso superior bien amueblado, con un sistema de comunicación entre nosotros y su mamá.
Nuestro departamento tenía una sala pequeña. En la entrada del comedor había dos ventanas que daban sobre la rue Taylor, separadas por una pared de vidrio. Se encontraba la cocina, después un corredor que iba hasta una gran recámara con dos ventanas sobre la rue Bondy.
Mi padre, con gran ingeniosidad y gusto, nos arregló un lugar para la ropa. Teníamos un baño, con nuevos muebles, con agua caliente, a base de gas. El departamento se adornó con todos los regalos. Nos estábamos acostumbrando, a todo tipo de lujos. Muchos jóvenes de aquella época, no tuvieron la oportunidad de iniciar su vida de casados con toda esta modernidad. Era muy feliz mi marido, siempre de buen humor, siendo la única sombra, el carácter despótico de mi suegra, no aceptando que yo dirigiera mi vida de casada.
Mi suegra tenía un carácter excesivo, muchas crisis nerviosas, por las pequeñas contrariedades diarias. Tuvimos, especialmente su hijo, que buscar todo lo posible para hacerla más conciliadora, y hasta mi padre tuvo la necesidad de intervenir, para facilitar nuestra convivencia, y, sin embargo, muchas veces tuvo gestos de cariño hacia mi persona. La pobre mujer fue alcanzada por una hinchazón cerebral, y unos días antes de las fiestas de todos los santos, cuando se estaba dirigiendo al panteón de Père-Lachaise, cayó al suelo, casi en nuestra puerta. Mi marido, que trabajaba en boulevard St Martin, frente al teatro de L’Ambigu, cruzando rápidamente la avenida y luego al domicilio, junto a su madre, a pesar de los tratamientos quirúrgicos y medicinales del Dr. Schweich, después de 9 días, mi suegra falleció sin poder recuperar el conocimiento, el dolor de mi marido fue muy grande, me lo transmitió totalmente.
Yo esperaba un niño, y todo me apuraba, para recibirlo, y después de la ceremonia luctuosa, el Dr. me obligó a estar en cama, ya que esperaba una llegada prematura. * A pesar de todo, el 28 de noviembre de 1882 trajo a un niño al mundo. Pesaba 6 libras, menos de lo normal, por haber nacido antes. Le colocaron en manos y pies algodones, y le sacudieron cada dos horas, para que pudiera comer. No podía dejar de llorar, pensaba que podía morir. Este pequeño era muy bello. Me forjé de valor, y pude darle el pecho, en buenas condiciones, y agregaba abriendo su boquita otra tanda de leche, y por fin, después de tres semanas, mi hijo salió de su crítica situación para crecer normalmente. Se le dio el nombre de Pierre Víctor. Las noticias y situaciones tristes que tuvimos que pasar, cambiaron con la felicidad de mi marido, con el nacimiento de su hijo, admirándolo más cada día.
Tuve como ayuda a una enfermera, Madame Moisson, quedando mucho tiempo a nuestro servicio. Fueron días llenos de felicidad. Mi marido ya ganaba 475 francos al mes, lo que era para esos días una pequeña fortuna, y a los que se agregaban los intereses de mi dote de 20,000 francos que me fueron dados por la familia de mi mamá. En Gibert, Petit, Bossion la renta era de 500 al mes y el servicio de 18 francos al mes, vivíamos sin dificultades y hasta podíamos hacer economías. ¡Oh! Pero el tiempo tan feliz no pudo permanecer para siempre. Mi marido, para aumentar nuestras entradas, pidió a su patrón, Monsieur Houlet, recibir nuestros 20,000, que no habíamos tocado, y darle los intereses y dejarle una pequeña parte sobre los beneficios de la compañía, que eran importantes. De origen bastante vulgar, no tenía necesidad de dinero, acababa de heredar 200,000 francos, de parte de la abuela de su esposa, la cual había amasado esta fortuna, en una pescadería del mercado de Saint Honoré, sin tener en cuenta todo el trabajo que había desarrollado desde casi 10 años, fue mal educado, impertinente y obligó a mi marido a separarse. Decidió abrir su propio negocio de representaciones, iniciando con cerrajería, marca “Morton”, traía una mantequilla de Normandía, sombreros de paja, y por el poco nivel de ventas, provocaron el gastar nuestro patrimonio.
Mi tía Lecris, solicitó con insistencia a mi esposo, asociarse con Monsieur Guth, su yerno, marido de su segunda hija Agustina. Este muchacho no tenía ocupación, habiendo trabajado en una casa de cambio. La dote, de mi prima, era de 150,000 francos. Sus padres eran muy prudentes y temerosos de protegerla, evitar depilarla al invertir en algún negocio, mi tía convenció a mi marido a buscar un negocio de bronces de arte para los dos y se ocuparía de mi marido, después de muchas búsquedas compró la empresa de Monsieur Ravenett que la vendía por razones de salud. Fue convencido de que Monsieur Guth aportara el capital, y mi marido, los clientes, sus conocimientos, su trabajo y ocuparse de la fabricación. Los beneficios se repartirían a partes iguales. Estos beneficios nos parecieron ventajosos y con alegría dejamos nuestro pequeño departamento del No.60, rue de Bondy, para instalarnos en el No.54 de la misma calle.
El lugar era muy bonito, con un gran local, lo transformamos en una gran tienda, y las otras tres recámaras, fueron adaptadas para los joyeros, expertos, y torneros, así como los hornos para los expertos en este esmalte. Y para nosotros, reservamos una gran sala, transformada en comedor, una gran recámara con 2 ventanas, un baño, y una gran cocina. Todo se encontraba en el pasaje de la Casa Cristofle, mi marido tenía gran gusto y era bueno para la organización, todo hacía parecer que íbamos a disfrutar de muchos días llenos de felicidad. Mi pequeño hijo Pierre cumplía 5 años, cuando llegó otro niño, nacido todavía en nuestro modesto departamento en el 60 de rue Bondy. Lo bautizamos Marcel, era fuerte y lo pude alimentar sin dificultad, como las buenas mamas. Cuando apenas caminaba, nos cambiamos de casa. Teníamos como sirvienta a una mujer de Bretaña, muy capaz, a la cual le pagábamos 15 francos al mes, y durante algún tiempo, mujer joven, que ayudaba al cuidado de los niños. Estaba con nosotros desde la 1.30 a las 6 de la tarde, a veces planchaba la ropa de los niños y le agregaba 25 centavos y su cena. Feliz época, en que la carne (costillas) costaba 30 centavos, la mantequilla, 2 francos, el kilo, un buen pollo, tres francos y 50 centavos. Mi buen marido trabajaba con ahínco, atrayendo a los clientes de Outlet, creando bonitos modelos, donde se mezclan felizmente el ónix y los esmaltes de todos colores, dándole al negocio una prosperidad no esperada. Era un gran trabajador.
Tenía dificultades para arrancarlo del taller, donde componía con gran éxito sus diseños, su única diversión era el teatro, y lo hacíamos con cierta frecuencia, buscando localidades económicas, curiosamente algunos de nuestros empleados eran participantes de los teatros de L`Ambigu, de la Porte Saint-Martin.
Mi querida tía Joffre, que jugaba el papel de abuela, y acompañaba a los niños, que afortunadamente dormían muy bien. Desafortunadamente, el carácter del Monsieur Guth era detestable, presumiendo que nunca había cedido ante persona alguna, aun con algún pariente suyo, se volvió celoso de mi marido, presumiendo también que los clientes se dirigían más al que a mi marido, para no quedarse en el papel de cajero y administrador. Las discusiones se repetían con frecuencia, tomando los dos, la decisión de separarnos del Monsieur GuthDesgraciadamente, mi marido sufría una crisis del corazón, sobre todo después de las dificultades con el socio. Se hubiera tenido la necesidad, de domar este carácter, de tener enfrente a un hombre cuidadoso para imponerse, tratar con calma y así todas las cosas se quedarían quietas sin afectar un negocio próspero. Esto no sucedió, y después de varios años se separaron, en muy malos términos… Monsieur Guth, se sintió molesto porque nosotros escogimos como árbitro al tío Gibert y que le había juzgado su actitud con severidad, dejando el negocio en que mi marido había dado tanto empeño, con la muerte en el alma, pero con una cantidad importante.
Mi excelente tía, Becquemont, tenía en Courbevoie una casa que no ocupaba y nos la ofreció, apretándonos con los muebles que teníamos ya comprados. Apenas organizados recibimos la visita del Monsieur Guth padre, que era un hombre con la apariencia de un gordo judío alemán. Después de muchas discusiones, nos ofreció comprar el negocio, negando lo que decíamos acerca de su hijo. Mi marido aceptó, ya que no podía soportar más, sobre todo humillaciones, y se sentía cansado física y moralmente, rechazando cualquier reconciliación.
Seguimos el consejo de nuestro gran amigo, el Dr. Schweich, de dejar París por una breve temporada, para buscar un lugar en provincia y así descansar. Nuestros primos de Montoire nos buscaron una linda casa en el camino a la estación del tren, que tenía un bonito jardín. Lo arreglaron bien con muchas flores junto a los árboles frutales. Colocaron una fuente y un gran gallinero. Mis hijos estaban en el paraíso y nosotros felices.
Hice un viaje con mi querido Georges a Burdeos para examinar un negocio de cepillos muy importante, una empresa que necesita grandes capitales. No conocíamos nada, pero los 8 días que pasamos en esta linda ciudad, me encantaron y quedaron grabados en mi memoria como un recuerdo de los más felices. Regresamos encontrando a nuestros hijos bien cuidados por nuestros parientes. Eran alegres y de buena salud, y después de intentar varias opciones, Georges tomó la decisión de tomar una planta de cajas de madera localizada en Nogent-Sur-Seine, en el distrito de L’Aube. La oficina de ventas que se encontraba en la rue de Beranger, bajo la razón social de Rungaldier Foucault, estaba nerviosa al ver que nuestro capital de 60,000 francos era colocado en este negocio. Probablemente, fue la primera vez, desde nuestro matrimonio, que luché con mi marido, pero a él le gustaba, la naturaleza, los animales y deseaba alejarse de París. Así que me dejé convencer por tantas buenas razones que insistía en darme, y dejamos la capital. Me pesaba el corazón y tenía poca confianza hacia el famoso porvenir.
Nogent-Sur-Seine era una pequeña y muy bella subprefectura-distrito, localizada al bordo del Siene. Tres empresas utilizaban algunos centenares de trabajadores, una de ellas era de pinceles y cepillos propiedad de los hermanos Leloir, otra fábrica era de órganos y pianos marca Rodolphe, y lo que compró mi marido se llamaba “los juguetes”. La población era compuesta por 4000 almas, dirigidas por un prefecto, siempre ausente, y los que faltaban eran los ministros del tribunal de justicia. Todos unos señores y señoras flojas.
Mi primera desilusión fue la posible habitación que deberíamos ocupar, y ya que la promesa era que pudiera escoger mi casa, tuvimos que tomar la que nos dieron. Estaba localizada al margen del Siene, tan cerca que con una caña de pescar, podría uno pescar desde cualquier ventana, en la planta baja había un gran comedor con 2 ventanas, una gran cocina, con una pequeña bodega, dos cuartos con tres ventanas, una destinada a mi hijo, la otra nuestra recámara y con vista al jardín, que mi marido tomó como oficina. la del fondo. En la parte de atrás se instalaría una sirvienta. Más tarde organizaré 2 habitaciones para visitas, las cuales, a pesar de su mobiliario sencillo, nos daba la posibilidad de recibir durante el verano a mi amiga Lucile Schweich, viuda a muy temprana edad, y a sus 2 hijos Roger y Márcele, la casa había estado mucho tiempo vacía y la humedad destruyendo gran parte de sus instalaciones, en general tenía miedo de colocar ahí a mis hijos, pero gracias a la organización, esta casa fue transformada para ser muy elegante, para vivir mejor. Estaba construida en el camino a la fábrica, no más de 15 minutos de camino, donde uno podía encontrarse a paseantes que acudían a una isla cercana muy bonita.
Sin embargo, yo extrañaba a París. Poco a poco, mi marido se dio cuenta de algunos puntos determinados en la compra presentados por Monsieur Foucault, situación que nos hacía temblar, por lo que nos deparaba el porvenir. Mi marido hizo un esfuerzo muy grande, compró herramientas, se inició en la fabricación de juegos de mesa, damas, loto, cajas para puros, de manicura y muchas más. Un valiente maestro artesano, ayudaba a mi marido, sobre todo en los 2 primeros años. Lo que nos hizo creer que los resultados eran válidos para mucho tiempo. Estaba feliz de vivir en una ciudad al aire libre. Podía así trabajar con facilidad para a veces olvidarse de tomar sus alimentos. Lástima, la felicidad completa no existe, en este mundo. La tranquilidad de la que gozábamos fue cortada por una severa enfermedad, que por poco le quitaba la vida a nuestro hijo mayor. Era mayo de 1894, exactamente cuándo se preparaba para su primera comunión, para ser exacto el 7 de mayo, y la razón fue que Pierre tomó frío en la helada iglesia de Nogent, con congestión pulmonar, que a pesar de cuidados especiales, no daban resultados. El 29 de mayo el Dr. solicitó otra consulta, desgraciadamente el Dr. Schweich, padre, había fallecido. Apelamos a un médico de la familia llamado Hallopean quien gozaba de gran fama. Practicó una punción, porque la pleuresía, había llegado a estar llena de pus. Hubo una pequeña mejora. Sin embargo, el Dr. Meunier, que se mostraba inquieto, porque el niño se debilitaba rápidamente, se opuso a realizar una segunda avisándole a mi marido que existía una posibilidad fatal y el 4 de junio de 1894, a medio día, uno de sus colegas, el Dr. Gelle, cirujano del hospital de Provin, practicó una operación de enfisema que duró 45 minutos. Hasta el 30 de junio vivimos momentos muy dolorosos y también cansados. No dejé ni un minuto a mi hijo, descansando durante el día en un sillón cerca de él, y cuando él podía dormir, la lectura era para mí la compañía ideal. Poco a poco, recuperaba sus fuerzas, pero sus piernas eran tan débiles, que tuvo, durante dos largos meses, que usar muletas. Aprovechando el buen clima, lo acostábamos en una barcaza plana que pertenecía a la fábrica, acompañado siempre por mí, mientras los técnicos de la fábrica cuidaban a su hermano, los cuales tenían un hijo de la edad de Pierre llamado Eugene. Los Richard decían que Marcel era muy tranquilo, dulce y fácil de cuidar. La esposa del Dr. Munier, que me otorgó su amistad durante la enfermedad de Pierre, también invitaba a Marcel, relación que ha durado hasta la fecha, y he guardado para el Dr. Munier, un emotivo recuerdo muy especial de agradecimiento. A pesar de sus originalidades, su diagnóstico fue más acertado, mucho más que el de los sabios de París.
Cuando nuestro hijo, se restableció por completo, el cual tomó varios meses, una nueva calamidad nos esperaba, lo que por lo menos era para mí. Entré como interno en la escuela de Monsieur Clemente.
Los negocios no iban de todo bien, pero el tío Gibert financió la educación, la que me gustó mucho y que le abrió el camino para sus estudios profesionales del mañana. Mi marido luchaba mucho. Había encontrado a un financiero (dinero) por conducto del tío Armand Gibert. La competencia alemana, la mala gestión de la oficina de París encargada a Monsieur Munier, una persona amable, pero poco seria, todo se acercaba a la quiebra que era casi eminente, y lo que sucedió nos llevó a una ruina total. Al no recibir un posible comprador, se liquidaron las máquinas, los objetos fabricados, la madera, todo lo posible y Dios sabe qué más había. Faltaba vender el gallinero y las gallinas y el caballo y demás animales que eran queridos por mi marido. Toda esta situación aumentó el deterioro de la salud de mi marido, muy querido y popular en Noguet.
El saber nuestras salidas, los hermanos Veloir, directores de la fábrica de pinceles y brochas, ubicada cerca de nosotros, en las rue de Commines, le propusieron que estuviera como subdirector durante varios meses, así lo hizo, sin embargo, quedarnos en los mismos lugares, donde habíamos fundado nuestra esperanza, nos parecía imposible y decidimos irnos irremediablemente de la ciudad. Con tristeza abandonamos a los amigos, y así fue nuestra decisión final.
DE REGRESO A PARÍS
En 1900 y 1902 creo que regresamos a París. Rentamos un departamento cerca de la rue la Gare de L’Est, avenue Saint-Denis, 11, que tenía tres cuartos y una cocina. Lo escogió porque todas las ventanas daban sobre un gran terreno no construido.
Tuvimos al principio dificultades en adaptarnos a los ruidos de la capital. Mi marido encontró rápidamente un trabajo con Monsieur Drapier, cuñado de Monsieur Leloir, con un sueldo de 500 francos al mes. La casa estaba cerca del Boulevard Saint Dennis, no lejos de Les Halles. Inscribimos a Marcel él en el colegio Rollin, lo presionamos para que concursara para una beca, y el director me pidió que yo misma lo preparara para que no fallara. Hay que recordar que mi hijo había pasado una parte de las vacaciones en Nogent. Entendió la situación, era tranquilo para intentarlo, y admitió las preocupaciones de su padre, el cual le demostraba mucho cariño.
El hijo ponía todo esfuerzo de su parte. Fuera del concurso obtuvo una 1/2 bolsa de ayuda monetaria, y seis meses después logró la totalidad de la ayuda. Fue siempre un buen alumno, muy querido por sus profesores. Su hermano Pierre tenía un puesto de diseñador de la fábrica de Monsieur Clement. Su sueldo era de 150 francos, la planta se encontraba en Asnieres y podía regresar a comer a la casa, lo que nos daba la posibilidad de estar en familia más tiempo. Organizamos nuestra vida con pocos ingresos que nos daba un poco de paz. Después de la sacudida recibida, mi corazón no podría calentarse porque vendrían problemas de la salud de mi marido.
Además, se agregaba que a mi marido, en los últimos tres años de una vida feliz, las fuerzas de mi amado marido le traicionaban. En varias ocasiones tuvo la necesidad de parar de trabajar. Era bien cuidado por los médicos. Coulon y Bachemont (ahora diputado por Nogent) de repente determinaron un reposo total, y sobre todo después de la última crisis cardíaca, que me daban ansias de no poder ayudarlo, decidí que nos fuéramos a Montoire Sur-Le-Loir, dejando a los dos hijos más o menos bien cuidados con una sirvienta, bien intencionada. Los dos hermanos se querían mucho, se entendían bien. Pierre, que era cinco años más grande, se ocupaba muy bien de Marcel, y lo ayudaba en sus clases del colegio.
En Montoire ocupábamos, en el barrio Saint Laurent, una modesta casa. Tenía un bonito jardín que admiraba a mi marido, y a pesar de los problemas y de los pronósticos médicos, mi querido Pierre parecía recuperarse más y más aprisa.
Pronto logró un trabajo que se desarrollaba como secretario en la alcaldía de Montoire, recomendado por su primo Joseph Henry, munícipe. La esperanza no duró mucho tiempo, y en diciembre una crisis cardíaca complicada con una pulmonía y congestión pulmonar provocó en 5 días su muerte con una muerte desagradable, muriendo el 20 de diciembre de 1905 y deseando quedarse en el panteón de Montoire.
Sus hijos fueron llamados de urgencia y pidieron acompañarlo en sus últimos momentos de su vida, comentaron que no lo reconocían bien y escucharon sus últimas palabras en las que se quejó de dejar a su familia, a los tres insistió, en una condición muy precaria. Me pregunto todavía, por qué un ser humano tan bueno, leal y trabajador, tuvo un destino implacable, donde estaba la justicia divina; felices los que aceptan su camino sin quejarse.
NUEVO REGRESO A PARÍS
¡Qué triste regreso al Faubourd St. Denis y con qué energía tendríamos que organizar nuestras vidas! Primero había que abandonar el departamento, vender los muebles, algunas joyas, encajes, manteles que había hecho mi madre, y la mayor contrariedad es que mi querido Marcel, dejara el colegio para ir a una escuela profesional de ingeniería, entrando a trabajar en una casa Comisionier Schol, ubicada en rue Martel, y mi hijo mayor estaba trabajando en la planta de acetileno Javal, en la rue de Chateadun. Rentamos un pequeño, modesto departamento en la rue Du Marais, 46, los días pasaban con mucha tristeza, y recibimos préstamos de mi primo Becquemont, y de nuestro amigo, un banquero de Nogent-Sur-Seine.
Vivíamos modestamente, yo deseaba trabajar sin tener ningún conocimiento en asuntos comerciales, y tenía mucho temor de solicitar algún trabajo, con las relaciones de mi marido. Sin embargo, fueron sus amigos cristaleros Monsieur y Madame Zahn, ubicados en la rue de Paradis, que me dieron una oportunidad como empleada por lo menos unos meses.
Prevista de un certificado de capacidad comercial, dado por estas personas, recomendada, me contrataron, en la rue del Temple, con Monsieur Flenois, un pequeño fabricante de bronces y joyería, y me quedé ahí varios meses, que me parecieron muy difíciles, el contacto con trabajadores menores, muchos muy groseros, los cuales aumentaron mi tristeza. Mi hijo Pierre y su patrón, Monsieur Hublin se fueron de viaje para instalar una planta de acetileno en Bucarest y quedamos solos Marcel y yo. Allí, en el departamento de la rue du Marais, estábamos muy solos, y en algunas ocasiones comíamos en un pequeño restaurante place des Vosges que Marcel había localizado cerca de mi trabajo. Para mí, era una felicidad romper mi solicitud. Era un muchacho valiente, protegido por mis amigos, los Zahn y con un nuevo certificado me encontré con la casa importadora de orfebrería conocida como Barrier de Turling, y me dieron relaciones con las grandes tiendas.
Tomé una capacitación muy seria, sobre todo de los estilos Louis XV y XVI, estilo imperio, y reconozco que hoy día, jamás había estado tan bien preparada. Con la ayuda de dos viejos artesanos, verdaderos artistas, que me tomaron bajo su protección. Me quedé en esta empresa durante 3 años.
Recibía por parte de mi hijo Pierre correspondencia frecuente y sumas de dinero. Cuando me sentía un poco cansada quedándome con mi prima Helene Gibert, que se había casado con el sobrino del gran orfebre Cristofle, ella me recomendó al colegio Hettemer ubicado en la rue de Londres. Las dueñas eran dos hermanas, muy bien preparadas y educadas, que habían logrado un buen negocio solo para niños de 6 a 12 años de clase social exclusiva. Yo diría que la aristocrática, niños de familias, de industriales, banqueros, y el gran comercio. El método de enseñanza era muy propio. Yo entre como responsable para distribuir los materiales escolares, la impresión de los apuntes de los cursos, y de una pequeña caja de algunos miles de francos. Había veces que mis cuentas no salían bien y yo tenía que poner la diferencia. Marie Hettemer, se ocupaba de lo económico, era poco flexible, y se quejaba de cualquier detalle que afectara la caja. Terminado el curso, decidí dejar el colegio, sobre todo porque mi sueldo era pequeño y los gastos grandes. Había hecho buenas relaciones en el grupo de papas de los alumnos y esto me hacía feliz. Marcel hizo su servicio militar, primero en la ciudad de Evreux, después, gracias a la protección de un pariente de mi mamá Monsieur Desmon, por conducto del presidente del Senado, pudimos cambiarlo al campo militar de Pepiniere, cerca de París, lugar hoy desaparecido. Además, gracias a la intervención de mis amigos Tusieau, nos habíamos mudado a un departamento en Boulevard Montparnasse. No.123, barrio en aquel entonces muy tranquilo, fue en estas fechas cuando se produjo un evento de gran felicidad. La tercera esposa de mi primo Paul, Clotilde Becquemont, dulce y creativa, me comentó que quería celebrar la boda de mi hijo Marcel con su segunda nuera de nombre Simone, la cual era una buena persona.
Por otra parte, fui informada de que esta unión ya había sido comprometida entre los jóvenes, sin que yo me hubiera dado cuenta. Era una muchacha encantadora, tanto física como moralmente, y debo confesar que fui en cierta medida trastornada por esta noticia. Sabía que después de un cansancio nunca curado, Simone daba muy buenas clases de piano, y también supe que, por culpa de un catarro mal cuidado, había quedado débil de sus pulmones, después de una breve, estancia en un hospital. Con mi carácter muy sensible ante todo lo relacionado con el problema de salud y sobre todo a los que más quiero, tenía el temor para el futuro de mis próximos nietos.
El matrimonio se llevó a cabo, el 5 de marzo de 1914, fue una ceremonia alegre en el barrio de Annieres, era la feliz época antes de la guerra, aún se podía disfrutar de la paz y de la vida. El banquete se llevó a cabo en un elegante restaurante, y la fiesta fue todo un feliz evento. Se había decidido que yo habitaría con mis hijos, y se me otorgó una pequeña recámara que después sería la de mis nietos, volvía a seguir dando mis clases de francés y así podía contribuir con algunos francos, un poco de ayuda económica pensando que sus ingresos era casi nulos, por suerte mi nueva mi nuera no era exigente en sus gustos, y tenía cualidades de buena ama de casa que siempre fueron parte de sus cualidades. El 2 de agosto de 1914, como un trueno cuando se inició la guerra, los alemanes habían desconocido la neutralidad de Bélgica, y conquistando el norte de nuestro país, se decretó la movilización general. Mi hijo Marcel se presentó al segundo día con el corazón roto, al dejar a su joven esposa que esperaba a un hijo. ¡Qué destino tan cruel! Lo acompañamos hasta la estación de tren —Gare de L’Est- ¡apareció que toda la población de París estaba en la calle acompañando a una juventud delirante que se sentía victoriosa! ¡Si muy pronto se darían cuenta de su error! ¡Qué tristeza para tantos que no regresarán!
La guerra de 1914
A su vez, mi hijo, mayor para servir a su país, después de muchos trámites, debido al gran desorden administrativo, fue por fin enviado al frente del Norte. Entre el 28 y el 29 de agosto se nos informó, con toda la angustia, que mi querido hijo Marcel, estaba gravemente herido con fractura de tibia y peroné, tras explotarle cerca un obús. Fue trasladado al hospital Larrey en Versalles, después de que su unidad y los heridos tenían que ir hacia el sur del país. Nos trasladamos de inmediato al hospital, en compañía de Pierre, ya que no estaba todavía asignado a alguna unidad. Tuve mucho dolor al ver a mi hijo. Lo tenía delgado y débil porque había perdido mucha sangre, ya que se quedó largas horas en el campo de batalla, antes de ser rescatado con medios primitivos de salud.
Durante varios días nos presentamos en el hospital, y los viajes eran largos y costosos, cansados, sobre todo para mi nuera Simone, ya que estaba esperando su primer hijo. Por intermedio de nuestra querida Clotilde, se nos puso a disposición una casa de campo, propiedad de la Madame Perginez, madre de una hija que fue alumna de Clotilde.
En esta casa de dos pisos, muy confortable, tenía una gran cocina, un gran jardín. En esta mansión tomamos nuestros alimentos, con las provisiones que habíamos comprado y traído desde París.
Ocupamos la planta baja donde se colocaron dos camas, así empezó para nuestra familia, una triste vida que duró 4 meses. Durante el día nos quedábamos en el hospital y tratamos de descansar en las noches, los primeros meses de la guerra quedaron para mí llenos de dolor, y nunca se borraron de mi mente, y además de los sufrimientos de mi hijo Marcel, mi inquietud era mayor y constante para Pierre, ya que se encontraba en el más cruel frente del norte de Francia. En el hospital llegaba una gran cantidad de muchachos heridos llenos de polvo, débiles, hambrientos y llenos de sangre, lo que presentaba un espectáculo conocido después como la matanza más grande que duraría 4 años.
A pesar de toda la buena voluntad de los servicios médicos, médicos, enfermeras y enfermeros hacían mucha falta, y ¿qué decir de la falta de higiene, las instalaciones del mismo hospital, colocado en los viejos establos de Luis XVI? Todo estaba lleno de piojos, situación injusta para todas estas juventudes, que sufrían después de ofrecer su vida para salvar la Patria.
Simone preparaba la ropa del niño que esperaba, la veía muy valiente junto a la cama de su marido, condenado a la inmovilidad que le cubría toda la mitad —con yeso— de su cuerpo. Yo me preguntaba qué sería del pequeño que no tardaba en llegar. ¡Comprendí que mi hijo quedaría cojo para el resto de su vida!, qué pena.
Los heridos llegaban cada vez en mayor número, los muertos se acumulaban, cada vez más importante, la matemática fatal. Los comunicados en la prensa parecían optimistas, y con una posible victoria y el final de esta pesadilla, todos nos colocaban ante lo desconocido. ¡Al final de diciembre, una gran ofensiva con consecuencias mortales, atrajo una verdadera avalancha de heridos!
Al hospital le faltaban camas y se decidió que los convalecientes se irían a sus casas, tomando esto en cuenta de que no podía subir la escalera de Montparnasse 133. ¡Se decidió ir a Courbeuoie! Se hizo el viaje allí, y el médico de la familia le pidió a Marcel si tenía la radiografía de su herida. Aunque no lo podamos admitir, los hospitales no tenían servicio radiográfico. Fuimos al hospital americano de Neuilly, donde en la radiografía se descubrió que había una pequeña caída al ser aplicado el yeso, por lo que el hueso se volvió más corto, y mis temores se confirmaron, quedaría cojo para el resto de sus días. Sin embargo, Simone y yo, que vimos tantos heridos y muertos, nos congratulábamos en que, por lo menos, estaba vivo y había escapado de este infierno gracias a Dios.
Al iniciar este documento, nunca pensé poder terminarlo. Pido disculpas. En verdad sé que han desarrollado, tantos eventos, cambios, tan repentinos, que me falta valor para continuar hasta y después de esta tercera guerra.
*Mi abuela seguramente escribió mucho más porque era su costumbre. No se salvó la última parte
CONDICIONES DE ARMISTICIO CON ALEMANIA
Desde el norte hasta el oeste, siguiendo una línea que va desde Ginebra, Beaume, Bourgués, Verjon, en dirección hacia Tours, hasta el límite y avanza al monte Marsain, hasta Saint-Jean Pied-de-Port, el territorio francés será ocupado por las tropas alemanas.
El Tercer Reich, tendrá en las regiones ocupadas, el derecho de una potencia ocupante, sin inmiscuirse en el régimen interno y la administración del país. El gobierno francés está en libertad de escoger su sede en el territorio ocupado, aun si desea estar en París.
Alemania se compromete, en otorgarle todas las facilidades y las garantías necesarias para su buena marcha; sin embargo, se reserva el derecho en revisar las cláusulas de ocupación, bajo la necesidad, en su caso, de tener una buena administración, la cual permitiría la libre comunicación del gobierno francés. Las fuerzas francesas de tierra, aire, mar serán desmovilizadas, salvo aquellas que sean necesarias para mantener el orden en el territorio continental, el imperio y podrán ser llamadas a las armas.
Las fortificaciones terrestres y marítimas y las costas serán entregadas a Alemania. La Marina de Guerra, salvo algunas unidades, reservadas al gobierno francés, será concentrada en algunos puertos no militares sino de tipo civil. La flota comercial será llamada a regresar, en su totalidad, a Francia, y no se puede realizar ninguna maniobra, y solo podrán dirigirse a puertos de países neutros. La industria de la radio, que se encuentra en el territorio ocupado, dejará de transmitir cualquier tipo de programas, y en el futuro será reglamentada su reanudación. Las hostilidades han terminado en todos los frentes a las 12 horas y 25 minutos.
22 DE JUNIO DE 1940, MONTOIRE SUR-LE-LOIR.
Los apuntes que escribo a continuación, espero sean leídos por mis hijos en Rumanía. Esperaba que el correo se normalizara entre Francia y Rumanía, pero parece que no hay grandes cambios a la situación actual.
La catástrofe se ha producido, y Montoire, como la mayoría de las ciudades de nuestra dulce Francia, ha sido invadida por las tropas alemanas. Para nosotros, refugiados de París, o de otros lados, iniciamos una vida amurallada. Ya no hay correo, está prohibido, lo que nos impide tener noticias de nuestros soldados, de nuestra familia, son muy reducidos, sin radio, sin nada, y yo me pregunto qué pasa con el ejército, qué clase de gobierno tenemos, o más bien, si tenemos gobierno, ¡quién lo integra! ¿Dónde se localiza?
El rumor que recorre el país, la traición, el abandono de parte de los jefes, la incapacidad, todo nos sumerge en una profunda consternación, entonces es verdad que nos vencieron.
Mi querido Marcel pudo salir de París, el 12 de junio, tomando su motocicleta. Tardó tres días para llegar a Montoire y se encuentra decepcionado como ustedes no pueden pensar. Tuvo que esconderse en las cunetas para escapar de los bombardeos. Todos los alrededores de nuestro refugio, fueron también bombardeados, no solamente las pequeñas aldeas, sino Vendôme, Tours, Blois, ¡porque siempre de noche! Frente a esta situación se tomó la decisión por la falta de sueño, y otros problemas, dejar Montoire, actuar e ir a Gua, dónde se encuentra Blanche Becquemont.
No hay ningún medio de transporte, aun a precio de oro. Los niños tomaron sus bicicletas, y Marcel y Simone, pudieron comprar un tándem. Así, cargados de equipaje y alimentos, se incorporaron al lamentable éxodo de los que huían de la invasión alemana. Una acalorada discusión tuvo lugar entre mi persona y mis hijos, acerca de mi suerte. Marcel buscó por todas partes un lugar en algún vehículo que huya de Montoire. ¡Imposible! Y decidí quedarme con nuestros dueños. Fue un momento triste, de despedirnos.
Después de tres difíciles días de viaje, mis queridos hijos regresaron ante la situación que encontraron a 20 kilómetros del río Loire. Los combates eran muy violentos. Se localizan entre Nantes, la Charté-Sur la Loire, y en Rovance. Los muchachos fueron muy valientes, durmieron en las granjas bajo el ruido de los cañones, fue una gran alegría verlos de nuevo, y me comentaron que la mayoría de los automóviles estaban parados por falta de gasolina. La tranquila plaza central de Montoire, se encuentra transformada, en una gran cantidad de pequeños campamentos de soldados alemanes, llenos de materiales, camiones, bicicletas, todo quitado a los franceses. La indiferencia o más bien, la aceptación por parte de los campesinos me parece intolerable, y la palabra «patria», ya no tiene para ellos ningún valor. ¡Qué fulminante pérdida de valores! ¡Qué ruinas de todas nuestras esperanzas! El futuro se asoma sombrío, y ¿qué decir del presente. No tenemos noticias de Jacques, de Georges, de nuestros parientes, de nuestros amigos.
Domingo, 23 de junio de 1940
Triste domingo, llueve y el cielo está sombrío, en armonía con los eventos. Las tropas alemanas se organizan, con una disciplina y orden que todos observamos. En la cabecera del puente de Onstrine, se han colocado unas pequeñas ametralladoras. La bandera del Reich se ha colocado para demostrar su presencia. Dos policías, en motocicleta, atraviesan, por todas las calles, todo el día en Montoire. Se han entregado etiquetas en alemán de cada ciudadano con sus nombres. De vez en cuando caen bombas sobre la ciudad. Ayer, los niños que fueron por alimentos, pudieron esconderse bajo un camión para evitar el bombardeo. En el hotel «Caballo Rojo», la preciosa sala de comer, en la que hemos pasado preciosos, momentos con nuestro amigo Gautrin, fue casi destruida y lo más triste fue la destrucción de la colección de pinturas de Monsieur Bastard.
Seguimos sin periódicos. Sin correo. Con poca electricidad. Sin radio. Es una situación insostenible. Corre el rumor de un armisticio que fue firmado, otros hablan de una paz, en realidad son puros rumores.
Lunes 24 de junio de 1940, LA ST. JEAN
Ahora que sucede, durante 5 horas 5 divisiones alemanas han desfilado por la carretera de Prazay, e informaron que eran ochenta mil hombres con un poderoso armamento, camiones cisterna, lanchas, puentes móviles, y muchas ametralladoras, motocicletas, blindados, etc. ¿Cómo no vamos a estar tristes viendo cómo los conquistadores están tan bien preparados para hacer la guerra? ¿Cómo no acusar a los que mal preparados iniciaron esta catástrofe.
Martes 25 de junio de 1940
Hoy, como nunca, circulan muchos más rumores. Él es el más destacado en la firma de Paz. ¿De qué clase de paz se trata? ¿Con qué gobierno? ¿Quiénes lo constituyen, dónde se encuentra nuestro valiente ejército?
Miércoles 26 de junio de 1940
Día acostumbrado de mercado. Únicamente una tienda, donde temerosas campesinas que llegaron a vender sus productos como mantequilla, huevo, y algunas legumbres, están desacostumbradas en ver a los soldados alemanes, en general se han portado bien, excepto algunos que roban, las tiendas de alimentos, que encuentran abandonadas porque los dueños han huido. Podemos decir con tristeza que la bandera del Tercer Reich, ondea en la plaza principal, y junto a ella hay una casa, con algunos prisioneros franceses a los que se habían quitado armas y uniformes.
Jueves 27 de junio de 1940
La hora alemana que nos ha sido impuesta, el toque de queda, inicia a las 10 de la noche. Un vocero de Montoire anuncia que hoy partirán dos trenes para París. Se oyen los ruidos de las locomotoras, los de las maniobras, todo nos alegra, que llegaría a reanudar también el correo. La esperanza era tener noticias de Jacques y de George y de Rumanía de qué pasaría en aquel país. El clima de hoy es muy frío y triste.
Viernes 28 de junio de 1940
No nos llega ninguna noticia. Vivimos como encerrados en un círculo sin salida. Me pregunto qué hace el gobierno. Pero no se dirigen a los ciudadanos. Los rumores no tardan en llegar todo el día. Una noticia nos informa que los rusos han invadido Prusia Oriental. La gente culta no puede dar valor a tantos cuentos más que a noticias serias.
Sábado 29 de junio de 1940
Movimientos de día y noche de las tropas alemanas. Son casi las 3:30 de la mañana y llega la luz eléctrica. Me apresuro a encender la radio. La primera emisión es en alemán. Marcel traduce y sabemos que la red Royal Air Force ha bombardeado Berlín. Luego sigue una emisión en francés preparada por los alemanes y está llena de mentiras a las que nos empezamos a acostumbrar. Nos dice que la bandera alemana se hizo en la Catedral de Estrasburgo. No siguen diciendo que sí Hitler, que la Línea Maginot y la parte izquierda del Rhin serán para Alemania como bien de la Victoria. La última noticia informa que el gobierno, llegó a Badén para firmar la paz.
Domingo 30 de junio de 1940
Hemos dormido muy mal por los movimientos incesantes de las tropas alemanas. Con el corazón destruido y el cerebro cansado, las primeras horas escuché una emisión en francés un poco defectuosa, comentarios sobre la muerte del general italiano Balbo, injurias acerca de Churchill y todo lo que puedas imaginar. Vemos cómo un convoy de 200 refugiados sale en varias furgonetas de carga. Hoy iríamos a festejar San Pedro y San Pablo, cómo estará mi hijo y su familia. Deseamos que el padre de Simone, persona de edad avanzada, refugiada en su casa de Saint-Cast, tenga lo mínimo de confort. Pero lo dudamos, siempre tristes por no tener noticias. Hoy por lo menos se compuso el tiempo, el cielo es azul, se nos hace un poco menos tristes.
Lunes 1 o de julio de 1940
Todavía sin correo. Lo que se traduce sin noticias. Nos entregan una hoja de un periódico llamado «La Depeche» y editado en Tours, bajo la supervisión de los alemanes, que contiene noticias regionales y de Alemania. Las emisiones de la radio celebran las grandes virtudes de los alemanes y continúan flirteando con los franceses colaboradores, fantoches que nos han gobernado muy mal y engañado durante tanto tiempo. A pesar de un lenguaje desagradable, hay que reconocer las fuertes realidades. No tenemos noticias de los prisioneros, no sabemos si Jacques sigue vivo.
La situación es angustiosa, sin noticias desde hace tiempo. Yo tengo la esperanza de que el correo se restablezca lo antes posible y así recibir noticias de todos. El gobierno se trasladó de Clermont-Ferrand a Vichy, y el presidente Lebrun a Royal. Las provisiones no llegan fácilmente desde París, y estoy feliz en parte porque gracias a Marcel, que se ocupa de nosotros, hace un poco de jardinería para tener legumbres. Compone sus pocas herramientas. Ha podido abrir un pozo para agua potable. Los niños van al mercado a ver si hay algo que comprar, y han colocado en el jardín una casa de campaña para jugar un poco.
Martes 2 de julio de 1940
Acabó de saber que el Ejército Rojo invadió la provincia de Bucovina al norte de Rumanía y se dirige hacia los Balcanes. ¿Qué va a pasar en esta parte de Europa? Todo esto alimenta mi desesperación. Hoy se comunicó el texto oficial del armisticio. Nadie se extraña ante las condiciones impuestas. Estamos bajo la bota alemana, ¡qué pena!
Miércoles 3 de julio de 1940
El mercado alimenticio está más que reducido. Hay un gran movimiento de tropas. La colocación de casi una centena de tanquetas, muy bien alineadas, cubren toda la plaza principal, los soldados compran huevos, mantequilla, los oficiales zapatos, calcetines, pañuelos y pagan con marcos alemanes. 1 vale = 20 francos. Los comerciantes no saben bien cómo van a recuperar su dinero.
Jueves 4 de julio de 1940.
Toda la noche y la madrugada, las tropas se han movido de un lugar a otro recordando a las hordas de Atila que invadieron las tierras católicas. Curiosamente, la radio sigue con sus groserías victoriosas dirigidas a los ingleses, y me desespera no tener noticias de Jacques, de la familia y amigos.
Viernes 5 de julio de 1940
En el grave incidente Franco – Inglés, la flota francesa parece haber sido atacada por la flota inglesa frente a Oran. Para mí es un invento alemán. «La Depeche» (periódico) escribe: el Fiurer autoriza al Gobierno francés, de autodestruir las unidades que se encuentran en Orán; esta autorización es cínica y majadera.
Sábado 6 de julio de 1940
El autor del Mein Kampf, parece que ha hallado su meta en la que Francia rompe relaciones con Inglaterra. ¡Qué vergüenza que nuestro gobierno esté a las órdenes de Hitler!, que más va a pasar en el futuro. Es espantoso, hasta pensar en ello. Bienaventurados los de mi edad, cuyos días son el reposo perpetuo.
Domingo, 7 de julio de 1940
Otro triste domingo. Clima sombrío y muy lluvioso. No fui a misa, y tengo todavía dificultad en calzar mi pie derecho. Parece que no sabremos cuándo se restablecerá el servicio postal y, por lo tanto, no hay noticias. Mis hijos, a pesar de la lluvia, fueron a «Pointe» para saludar a la familia Harvard. Pudieron apreciar la tranquilidad de esta región que, contrariamente a nosotros, está en toda calma.
Lunes 8 de julio de 1940
El clima sigue igual de mal. Lluvia y hace frío. Para tener noticias de Jacques, Marcel ha enviado una carta a la Cruz Roja en Ginebra, solicitando su apoyo para poder tener noticias. Las dudas que representa esta situación nos tienen apesadumbrados qué le estará pasando a este niño, y en cuanto a George, contamos con su buena estrella, que ha podido escapar de esta situación catastrófica. Esperamos estar cerca de la verdad, ¡de repente los alemanes han desaparecido de Montoire! Es un gran alivio. Sin embargo, la otra noche unos aviones alemanes y otro inglés lucharon en el cielo sin saber cómo quedó la lucha aérea. La radio sigue distribuyendo comentarios favorables hacia la nación alemana y en contra de los británicos, ¡qué barata propaganda escuchamos con desprecio! Nos dicen que hay que destruir al imperio inglés, que es el enemigo número uno de Francia. La pobre nación es ya poca cosa, y se nos pide un reconocimiento total hacia Alemania. Al esperar la colocación de este nuevo orden, en París ya han sido sustituidas las banderas francesas, por el Tercer Reich. No se ha salvado ningún monumento, no podemos aceptar esta humillación.
Martes 9 de julio de 1940.
Las mujeres salieron a la calle. Limpian las fachadas de sus casas, están contentos por recuperar su vida parcialmente, gracias a la salida de los alemanes, hace ya 48 horas. Han dejado algunos centinelas para recordarnos quiénes son los vencedores. Estamos desesperados por no tener noticias de nadie y de ninguna parte.
El clima cada vez es más frío. Marcel trata de entretener a los niños, y de regreso a las noticias, los alemanes piensan que nos hemos vuelto vencibles.
Miércoles 10 de julio de 1940.
El clima se compuso. El cartero no trae nada. Marcel logra enviarle, por correo, que va a París, una carta a los padres de Villeneuve, el compañero y amigo de Jacques, esperando tener alguna noticia. Curiosamente, llega una carta de Marcel, para Simone, ¡fechada el 14 de junio! Quizás sea una señal de que el correo pueda volver a reanudarse. Hoy le tocó a Simone tratar de comprar ciertos víveres-frutas, mantequilla, sal, azúcar-todo en difíciles condiciones de adquirir. No hay jabón, ni café, tampoco productos de limpieza. Hay que entender que las tropas alemanas, recogieron todos los productos, con pagos parciales, siempre en marcos alemanes. Supimos que cada soldado disponía de dos marcos diarios para sus necesidades, más o menos 40 francos, al cambio establecido por las autoridades de la ocupación. Recuerdo que los soldados franceses tenían derecho a 25 centavos al día. ¡Qué vergüenza! – En la tarde cayó una fuerte tormenta. Claude, que tenía que hacer unas compras, se cayó de su bicicleta, por evitar a una persona que no se quiso mover a pesar de haber tocado su timbre. El pobre niño tenía heridas en el brazo derecho, las dos rodillas y algo en una pompa, salvo su cara, ¡qué bueno! Casualmente, Marcel captó una estación de radio francesa, seguramente ubicada en la zona libre, no ocupada, que se oye débilmente, pero de todos modos lo mejor que la propaganda alemana.
Jueves 11 de julio de 1940
Noche calmada, tiempo sobrio y tormentoso. Los tres principalmente estamos llenos de tristeza y de inquietudes. La falta de correo aumentó nuestros sufrimientos. Nos sentimos como abandonados de todos, dónde estarán Jacques y Georges. ¿Qué pasa con todos ellos y mi hijo en Bucarest? La radio alemana, llamada francesa, sigue difundiendo mentiras. La radio inglesa trata de poner las cosas en su lugar a quien cree. A las 3 de la tarde llegó el cartero con un telegrama del 17 de junio y una carta de Marie-Louise del 11 de junio. No hay que desesperarse algún día, las cartas de junio llegarán en julio.
Viernes 12 de julio de 1940
Le he contestado a Marie-Louise, para informarle lo que hemos estado haciendo en su casa. Una fuerte tormenta cambió la temperatura, cambiando el clima a muy frío y con fuertes lluvias. En la tarde recibimos una carta de Paulette fechada el 12 de junio. Todos estos mensajes, aunque tardíos, están llenos de ilusiones acerca de la suerte de toda la familia. Me pregunto, por qué en tan poco tiempo Francia fue destruida, qué fácil fue realizar esta situación.
Sábado 13 de julio de 1940.
Acabo de cumplir 77 años. Un triste aniversario, seguimos sin noticias de Jacques. Algunos prisioneros ya regresaron a sus casas, y han hecho la felicidad de sus familias. El día se hace cada vez más frío. Los niños afortunadamente se ocupan de la construcción de una cabaña. Los días sin sol parecen más tristes. Marcel está empeñado en ir a París el próximo jueves. Todos lo dudamos. Pasó la hora del correo sin ninguna noticia.
Domingo, 14 de julio de 1940
Hoy recordamos con tristeza cuando éramos un pueblo feliz y libre, ¡la fiesta nacional, nos parecía exclusivamente reservada a la alegría, que se reforzaba con el pueblo ruidoso, que llenaba junto a las orquestas, plazas, calles, avenidas! Hoy sufrimos al recordar aquellos tiempos, hoy estamos sometidos por el pueblo alemán. Las noticias vienen de los prisioneros de Normandía y nada más; mis hijos salieron en el tándem a Lavardin, para cumplir con una visita. Como de costumbre, fui al Panteón. Claude y Michel se dedican a la construcción de su cabaña. ¡Feliz edad!
Lunes 15 de julio de 1940
La lluvia y el frío empeoran, especialmente en las madrugadas. Los días parecen mucho más largos al no recibir noticias que romperían con la monotonía. El aislamiento es deprimente.
Martes 16 de julio de 1940
¡Todos amanecimos reconfortados! El correo nos trae dos cartas de Jacques y es verdad que son del mes de junio, o sea antes de los terribles acontecimientos destructores. Demuestra una buena actitud y todavía cree en la victoria de nuestro ejército. ¿Pobre niño, qué pensará cuando se dé cuenta de que todo se perdió en solamente algunos días y que hemos firmado una paz desastrosa? ¿Dónde se encontrará hoy día? ¿Será prisionero en Alemania? Hay que seguir esperando, Marcel, acaba de recibir una carta de Georges. Está en Ars con Betty y se irán, a Île de Ré. Por lo menos él se salvó de la tormenta devastadora, y hemos recibido también noticias de la casa Vuitton. Parece que un pequeño grupo de empleados ha reabierto el negocio, y el patrón está en la Haute Vienne. Espera encontrar gasolina para regresar a París. Marcel saldrá al final de la semana, y casi seguro que podrá llenar de combustible su motocicleta. Su ausencia nos hará mucha falta, y creo que él tampoco tendrá una vida fácil llegando a París. Esperemos que se encuentre con el amigo Gautrín. Hemos recibido hoy una carta de Mándame Cheviron del círculo familiar de la residencia donde yo vivía en París, y todavía no tenemos noticias de Bucarest.
Miércoles 17 de julio de 1940
Llovió toda la noche. Se ha recrudecido el frío. Todo parece que el día se vea más triste. A medio día el sol trata de aparecer con ciertas interrupciones. Tuvimos una visita a una señora agradable e inteligente que, junto con sus dos hijos de 17 y 19 años, llegaron de Lavardin y pasaron sus vacaciones aquí, cerca del río Loire. ¡También viene acompañada de su hija de 15 años que se apellida Rayvan! Su esposo es serbio y normalmente vive en Versalles. Hoy tuvimos el placer de recibir una carta de (1) Blanche y ya sí parece que estamos retomando contacto con la familia.
Jean Becquemont está en el Tarn y Garonne esperando ser desmovilizado. Todos estos tristes eventos han hecho que Blanche no haya podido alimentar a su recién nacido por falta de leche. Nos indican que la familia está con los Morín en Saint Quimper, y estábamos seguros de que se habían refugiado en Soisy, propiedad de Jeanne. Los alemanes que se han instalado en la casa de Marie-Louise, son cuatro hombres tranquilos y reservados. ¿Hasta cuándo?
*Blanche es la esposa de Jean Becquemont, hermano de la tía Simón.
Martes 18 DE JUNIO DE 1940
Recibimos una carta de Pierre con fecha del 5 de junio, parece que en estas fechas tenía la esperanza de una victoria. ¡Qué decepción, seguramente al conocer la realidad! El correo no trajo ninguna noticia de Jacques. Es una cruel esperanza. Hay prisioneros que han escrito a Montoire, y sus familias nos dicen que están en Francia y en la ciudad de Le Mans. Hay unas 300,000 personas.
Viernes 19 de julio de 1940
Sigue el mismo mal tiempo. Llueve y llueve, y es verdad que el campo necesita agua, pero también mucho sol. Esta última alerta, dando valor, cuando uno tiene el corazón triste. Trabajamos para ver cómo podemos regresar a la normalidad. No recibimos carta de Saint Cast, para saber qué pasa con mi primo y cómo pueden Mandarme Malvoisin-obtener alimentos.
Sábado 20 de julio de 1940.
Mis hijos, entre tormenta y tormenta, logran con dificultad conseguir alimentos. Los alemanes se han servido, desde el principio, como vencedores. Simone, que sabe cómo arreglar esta situación, obra verdaderos milagros, conoce los mejores proveedores, y el azúcar ha desaparecido en su totalidad del mercado. Marcel ha decidido ir a París, el próximo martes, y su empresa trabaja a ritmo lento. Después de todos estos trastornos, hay que pensar cómo resarcirlos y qué hacer el día de mañana.
Domingo, 21 de julio de 1940
A pesar del frío intenso, hay una reducción de la lluvia, lo que me permite ir a misa. Había poca gente, y el padre trató de no comprometerse, ya no hablaba de los eventos, y se concentró en los comentarios del Evangelio. Pegada a la Iglesia está la Kommandantur, donde despachan los altos cargos militares alemanes. Los vi muy interesados en saber quiénes y cuántos ciudadanos salen de la misa. Y se oye la música muy fuerte de los valses de Franz Lear. Me pregunto, si de veras vivimos, en Francia o en Alemania. La realidad nos recuerda que los presentes son los sonidos de los vehículos militares alemanes, ¡que sin descanso cruzan por los caminos y carreteras en patrullajes!, que buscarán, quizás, lo que los aviones ingleses arrojan, o algún avión averiado para capturar al piloto.
El domingo 21 de julio de 1940
¡Qué desgracia! No recibimos a estas alturas noticias de Jacques. Varias amigas del barrio Saint Laurent han recibido un correo de sus hijos prisioneros, localizados en Francia. Les está prohibido dar direcciones, ningún detalle. ¡Hay que perseverar!, es nuestro deseo de recibir noticias. A pesar del mal clima, los cuatro se fueron en bicicleta a Vendôme, y por mi parte fui al panteón. Al salir tuve que esperar a un pequeño desfile de unos cincuenta soldados alemanes, cantando con un ritmo de canciones militares. No hay duda de que estamos ocupados por los alemanes.
También me avisaron que los heridos de Montoire se sienten, bien tristes, mal cuidados y afligidos por lo que ven.
Martes 23 de julio de 1940
Aniversario de Marcel 1887 – 1940. A las tres de la tarde, arribó a París con el fin de conversar con Monsieur L. Vuitton acerca del reinicio de los negocios. Nos va a hacer mucha falta. He aprovechado el mal clima para realizar algunas costuras pendientes.
Miércoles 24 de julio de 1940.
Una carta de Marie-Louise que se queja de que no ha recibido noticias nuestras de Montoire, seguramente donde vive, está un poco aislada para el correo. Le voy a escribir de nuevo para asegurarle de que cuidamos bien su casa. Uno de los altos oficiales alemanes se suicidó al saber que su esposa e hija, viviendo en Alemania, murieron bajo el bombardeo inglés, de todos modos pobre hombre.
Jueves, 25 de julio de 1940
¡Horrible tiempo, lluvia, viento! Los niños tratan de descansar en el Loire. Acabamos de recibir una carta de Marcel que llegó ayer a París. El ambiente parece lúgubre. No hay circulación solamente de los alemanes. La mayoría de las tiendas o cafés están cerradas. Muchos aviones protegen el cielo de París y en muchos edificios ondean banderas alemanas.
Viernes 26 de julio de 1940
Un tímido sol apareció esta mañana y, a pesar de una noche con lluvia continua, tuvimos además una tormenta llena de truenos. Nos informan que la zona de Rochefort ha sido devastada por lluvia, y un poco de nieve. La pobre de Blanche, se sigue quejando por los eventos trágicos que nos han invadido. Estoy de acuerdo, la maldición de Dios ha caído sobre nuestro mundo. Ayer hemos asistido a un desfile “paso de ganso” estos soldados conservan la cabeza y el cuerpo en forma rígida, lanzando sus piernas en un ritmo ensordecedor, porque las botas pegan con fuerza el piso, en mi opinión es una impresión falta de armonía y lejos de las gloriosas regiones de Galia y muchas más cercanas a nuestras tropas modernas. ¡Me pregunto cuándo podremos volver a aclamar a nuestras tropas! —Por cierto, no recibimos noticias de Jacques.
Sábado 27 DE JULIO DE 1940
Recibimos una carta de Marcel. Nos comunican que la casa de Pierre, en París, no ha sido ocupada. ¡Gracias a Dios! Monsieur Vuitton no ha regresado todavía. Mi hijo hace unas compras y luego acude a los Campos Elíseos para saber qué va a pasar, sobre todo en su caso.
Domingo, 28 de julio de 1940
El clima ha mejorado. Aunque el frío sigue. Voy a misa de 10:00, y no lejos de mi banca hay 3 soldados alemanes, en uniforme de lujo, que parecen rezar, aunque Hitler había hace tiempo prohibido la religión. He recibido una carta de Tante Louise en la que me dice que toda la familia y los Buttler (amigos de la familia) están bien en Rumanía. Mi amiga sigue en el mismo estado de salud.
Los niños escucharon la misa de las 7 1⁄2 de la mañana ¡Para tener más tiempo de juego! Están felices disfrutando de su cabaña bien construida. Hoy, medio día, comerán en ella. Después irán a nadar, lo que les entretendrá por un buen rato. Yo hice mi visita dominical al panteón.
Lunes 29 de julio de 1940
Nada en el correo. Nada acerca de Jacques. El clima es un poco mejor. Simone acompaña a sus hijos a nadar. Son las 5 1⁄2 y he decidido hacer un paseo por un campo solitario muy cerca de la casa. Hay un anochecer, tranquilo, muy bello. Pero cuando la naturaleza es tan buena, los hombres se tienen que matar. De lejos veo a un oficial alemán que pasa junto de mí y me saluda muy amablemente. Nadie puede dudar de que vivimos una rara situación. Me olvido por un momento de que es un enemigo y lo saludo con la cabeza.
Martes 30 de julio de 1940
¡Un día monótono! Claude fue a la playa, ya que le gusta mucho nadar. Michel no es muy feliz en el agua. Rechaza aprender a nadar, parece que puede caminar más fácilmente. Iré hasta la playa para ver a los muchachos. Hay muchos soldados alemanes, todos muy deportistas y disfrutan mucho la natación. Hacen suya la playa. También el estadio municipal donde se reúnen para cantar. Dos veces a la semana juegan fútbol y algo como rugby y hacen varios ejercicios para un próximo desfile militar.
Miércoles 31 de julio de 1940
Hoy recibí una linda carta, muy cariñosa, de Helen de Ribes. Me comunicó que su sobrino Armand Charpentier de Ribes murió en Bélgica. Mencionan que después de muchos días de angustia supieron la fatal noticia. Espero que Dios nos proteja de un dolor tan grande.
Jueves 1 de agosto de 1940.
Recibí una carta de Marcel. Se queja de la irregularidad del correo, y dice no recibir las cartas de Simone. Nos informa que recibió una carta desde verdad, fechada el 23 de junio, firmada por Monsieur Steiger de Manurhin. Y nos indica que Pierre está preocupado acerca de nuestra suerte. Comenta en su carta que ha intentado saber de nosotros por parte de la Cruz Roja de Ginebra. Pobres los que se encuentran en Bucarest porque están muy inquietos acerca de la familia en Francia. Además, informa que no recibe carta nuestra. Hoy estoy escribiendo otra carta para mi hijo Pierre.
Viernes 2 de agosto de 1940
No sabemos nada de Jacques. No ha llegado ni el cartero. Todas las noches han patrullado los alemanes, quienes temen la llegada de aviones ingleses. Están listos para su famoso desfile.
Sábado 3 de agosto de 1940.
Simone acaba de recibir una carta de Marcel, que nos informa que ha localizado una lista oficial de desaparecidos y de prisioneros y que el nombre y apellido de Jacques Domette no aparece. Nos comunica, por otra parte, que mujeres alemanas y niños serán evacuados del territorio alemán hacia París. Para este evento se están ampliando las medidas de ocupar casas y departamentos vacíos. Estas noticias pueden adelantar nuestro regreso a París, y con toda la pena aprendemos que el esposo de Marcela Buttler es un amigo. Fue arrestado por ser irlandés. No le dejaron llevar ropa, dinero, ni su bastón que necesitaba para caminar. ¡Me parece que están apretando la situación y que nos acercamos a días muy tristes! Los ingleses hablan de esperanza.
Domingo, 4 de agosto de 1940
El tiempo ha mejorado. Los niños y Simone fueron a misa de siete y media y yo a la de las 10. Había muchos alemanes cerca de la pila bautismal. ¡Están muy atentos a la misa! Serán sinceros o están aquí para espiarnos. En plena misa, uno de ellos se levantó y se dirigió hacia el altar para sacar dos fotos, incluyendo al padre, que estaba en plena actividad, y ante el asombro de todos los feligreses, regresó tranquilamente a su lugar. ¿Qué cosas pasan?
LUNES 5 DE AGOSTO DE 1940
Hago mi visita al Panteón, donde riego las flores, un poco secas por el alto calor, que de repente acaba de cambiar el clima. Aprovecho y voy a visitar a Eugenie. Acaba de llegar Marie-Louise, bastante desorientada de encontrar en su casa soldados alemanes y con gran dificultad trata de hablar con ellos. Se muestran amables, y enseñan que la casa está en orden. ¡No falta nada! La Kommandantur, anuncia que mañana, martes, tendrá lugar en la plaza Mayor un desfile importante en honor de «sus muertos» e invita (casi obligados) a la población a asistir, rogando disciplina y en quedarse únicamente en las aceras. ¡Qué cinismo y qué pasa con nuestros muertos! ¿Quieren que nos olvidemos de ellos?
Martes 6 de agosto de 1940
Marie-Louise vino a compartir con nosotros la comida del mediodía. Nos platicó todas sus peripecias desde su salida de Montoire y hasta hoy con su suegro al terruño. Acordamos que todos hemos cometido estrategias a veces equivocadas. El desfile alemán inició a las 10 y terminó a las 13 horas. Construyeron un templete cerca de la iglesia, dicen, para demostrar que el símbolo religioso no es tan importante. Además, colocaron una gran bandera que ondea en la misma plaza. No había, me contaron, mucha gente porque los habitantes temían que la aviación inglesa aprovechara el evento para bombardear. A mediodía, Simone y sus hijos viajaron a «Chateau-Sur-Loir» para adquirir los libros de Claude. Afortunadamente, no hacía mucho frío. Hicieron 60 km en bicicleta y afortunadamente llegaron, aunque cansados al mediodía, para comer. El comunicado inglés es bastante malo. La famosa Marie Curie, con la voz clara, se sumó al micrófono y nos dijo con seguridad que para las pobres armas francesas, derrotadas, habrá mejores días y muy pronto. Me pregunto, cuándo llegará esta realidad.
Miércoles 7 de agosto de 1940
Hoy se cumplen 44 días de la ocupación alemana y me parece que ha pasado mucho más tiempo. Hoy pudimos adquirir algunos alimentos en el mercado. Es tiempo de cosechas. Los campesinos no distinguen a quién vender y olvidan que, si los alemanes son compradores, su dinero no vale nada.
Jueves 8 de agosto de 1940
¡Qué Dios sea alabado! Recibimos una carta de Jacques, fechada el 22 de junio, donde nos avisa que es prisionero, sin mencionar dónde se encuentra. Es una gran alegría saber que está con vida. En cambio, la carta de Marcel es más triste en la que insiste en que nos carguemos de paciencia. Quisiéramos avisarle acerca de la carta de Jacques, pero el telégrafo está en función únicamente para la Kommandantur, sin embargo, se va a mandar una carta con la esperanza de que llegue en menos de 4 días, lo normal para llegar a París. Aquí cabe mencionar un pequeño incidente: estaban abiertas puertas y ventanas, cuando Michel, acompañado de dos hombres alemanes, le solicitaba agua para beber. Me levanto para tender el asunto y tengo ante mí 2 atletas que seguramente fueron bien nutridos en su juventud. Extienden la mano para saludarme. La madame Guennard, del servicio doméstico, les ofrece vino blanco que rechazan y exigen agua potable. Uno me habló en inglés y averiguó que es hijo de familia de clase media, e insistió en aclarar que aprendió inglés, latín y desde luego alemán, todo en el colegio. Me indica que tiene 32 años, es casado y sin niños. Me quiere convencer de que Adolfo Hitler, nos quiere tender la mano como hermanos y que los franceses lo rechazan para mí. ¡Eso es una fábula! Se despidieron en francés en «A Demain» agregando un saludo militar.
Viernes 9 de agosto de 1940
El tiempo mejora durante el día. Las noches son frescas. Nuestras vidas se desarrollan con monotonía, y los niños disfrutan de una gran libertad. Claude se presta con mayor facilidad a algunas horas de trabajo. Su hermano rechaza todo esfuerzo intelectual que requiera su edad. Es muy perezoso y me preocupa qué podrá hacer en su vida. Marie-Louise vino a recoger lo que habíamos protegido con una ocupación de sus bienes.
Sábado 10 de agosto de 1940.
Hoy recibimos cartas de Georges y Marcel; este último indica que el abastecerse con la comida es cada vez más difícil. A pesar de todo, Simone confirma la salida hacia París el próximo 19 de agosto. En la tarde todos fuimos al Panteón, y los niños hicieron algunas composturas a la tumba. ¡Qué tranquilidad hay en este Panteón, ojalá yo pudiera descansar en este mismo lugar!
Domingo, 11 de agosto de 1940
Gran misa a las 10 de la mañana con pocos asistentes, el cura mencionó muchas palabras consoladoras a pesar de su poca elocuencia y a las 4 fuimos a visitar en «Lavardin» a Madame Reyvan. Tuvimos un camino soleado, y personalmente me pareció que el viaje fue largo, y cansado, sobre todo con mi ritmo de tortuga. No olviden que mis hijos van en bicicleta. Esta señora es interesante, culta, amable, es profesora de dibujo y en sus tiempos libres le gusta pintar al óleo. Su talento es modesto pero de buen gusto y con cierta ingenuidad. Estaba con ella y su hijo que tiene 17 años y su hija de no más de 15 son niños bien educados y tranquilos. Nos dio de merendar, el tiempo fue prolongado y salimos muy tarde. El camino de regreso me pareció más fácil. Sentí el clima más fresco. Veo que puedo caminar con menos cansancio.
Lunes 12 de agosto de 1940
Compras de último minuto ante nuestra salida muy pronto. Tintorería, zapatería, algunos alimentos, incluida la tarjeta de azúcar. Los niños se fueron de pesca a «Lavardín», y Simone fue a hacer música con Madame Malecasse. Trato de acabar de poner al día este diario. Estoy escribiendo a Madame Chevillon y nos visita Mme Helen y sus hijas que me parecen bien alimentadas pero atrasadas desde el punto de vista de inteligencia.
Martes 13 de agosto de 1940
Por fin tuve la gran alegría de recibir dos cartas que esperaba con ansiedad. Una de Claire Sanodray que me avisa de no saber nada de sus 2 nietos. Didier, fue evacuado del hospital de Caen y llevado a Rennes en el monumento de un bombardeo. Se lo llevaron a una casa cerca de la calle (en el sótano). Toda la familia se pregunta si podrá caminar algún día porque tiene una pierna herida y la otra sin movimiento. La otra carta es de Madame Danneme, que enseña su corazón de Alsaciana, que sufrió mucho para ir de Vernoullet a Limonges con todo y niños. Comentan los bombardeos, la falta de alimentos, el abandono de las granjas. Debe ser muy duro soportar esta situación a los 75 años.
Miércoles 14 de agosto de 1940
Un mercado un poco más surtido. Es verdad que los ocupantes son los que pueden comprar mejor, ellos prefieren huevo, mantequilla, queso. Vamos a esperar a Madame «Reyvan» y a sus hijos, vamos a cenar y pasar algunas horas de plática constructiva, es una gran mujer. En Versalles, en el hospital, da clases de dibujo y quedamos en vernos en París durante el invierno.
Jueves 15 de agosto de 1940
Festejamos a Santa María. Misa solemne, más larga con el Padre, poco dedicado a la oratoria y al que comprendemos difícilmente. El día con clima mejorado, sin dejar las mañanas y tardes frescas. A las cinco de la tarde llevé un ramo de Dalias muy bonitas y los pongo sobre la tumba de mi Georges. Sé que seguramente durarán un largo tiempo, no podré verlas. Ya que estamos decididos a salir a París el lunes al mediodía, yo me pregunto qué encontraremos en París. Seguramente nuevos inconvenientes y quizás alguna desgracia.
Viernes 16 de agosto de 1940
Simone hace los arreglos para nuestra salida. Marcel hizo un recorrido de los comercios para poder adquirir los más posibles alimentos para llevarnos a París, especialmente recomendados por Marcel.
Sábado 17 de agosto de 1940.
La tarde dedicada a hacer las maletas, a las 5 vamos a visitar a Marie- Louise donde tomamos un café en su lugar en St. Agustin. Nos detuvimos para cenar, y los muchachos estaban muy felices, demostrando su gran apetito que corresponde a su edad. De regreso a mi casa, bastante triste y preocupada por no saber qué nos espera al regresar a la capital. ¿Cómo podemos pasar el invierno?
Domingo, 18 de agosto de 1940
El tiempo ha mejorado, está muy a bonito. A las cuatro de la madrugada se oyeron tres fuertes explosiones. Los muchachos tuvieron mucho miedo, y supimos que fue un bombardeo inglés al campo de aviación cercano Montoire. No dejé de pensar en nuestros pobres prisioneros, podemos saber algo de su suerte gracias a la Cruz Roja americana. Es una buena pregunta, habrá que ir a la calle Newton número 12 para lograr algunas aclaraciones sobre su suerte.
*La guerra franco-prusiana fue un conflicto que tuvo lugar desde julio de 1870 hasta mayo de 1871. El desencadenante principal fue el famoso telegrama de Ems. Este conflicto bélico resultó en realidad una guerra franco-alemana debido a que se aliaron a Prusia todos los Estados alemanes (conforme a los planes de Bismarck). Precisamente, después de esta circunstancial alianza militar se produjo la unión política de Alemania.
**Neuilly-sur-Seine es una ciudad del Área Metropolitana de París, Francia. Su población es de 60.000 habitantes y cuenta entre ellos con muchas personas conocidas como periodistas, cantantes, actores o políticos. Limita con la ciudad de París por el noroeste y se encuentra en el margen derecho del río Sena.
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